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La maternidad te puede hacer mejor ciclista

maternidad ciclista
© Unipublic / Alex Berasategi

“Antes había que elegir entre la maternidad y el deporte; una cosa o la otra”.

En una interesante tertulia publicada a principios de abril por el equipo Laboral Kutxa de la Fundación Euskadi, Ane Santesteban resume en una frase la tesitura que muchas mujeres afrontaban cuando sentían el deseo de tener hijos.

Junto a ella se sienta un buen ejemplo de esto: Joane Somarriba, la mejor ciclista española de la historia en cuyo palmarés brillan un maillot arcoíris de contrarreloj y dos victorias en el Giro Donne, quien precisamente cesó de competir para ser madre.

“El instinto maternal se despertó con 30 años, en el mejor momento de mi carrera deportiva”, cuenta. “Competí dos temporadas más y me retiré para ser madre. Yo había visto de cerca la experiencia de corredoras que dejaban a sus hijos con los abuelos, que apenas podían pasar tiempo con ellos… y no lo quería vivir igual”.

No se arrepintió.

“La maternidad me ha dado los momentos más felices de mi vida”. El fruto de aquella decisión, Markel González Somarriba, es hoy corredor del Equipo Finisher, filial del Equipo Kern Pharma.

Han pasado casi 20 años desde Joane Somarriba y, por fortuna, en el mundo del deporte en general y del ciclismo en particular abundan los ejemplos de maternidades perfectamente conciliadas con la competición.

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© Unipublic / Alex Berasategi

En la plantilla de Movistar Team, por ejemplo, figuran dos mujeres que han cesado temporalmente de pinchar dorsales en sus maillots para ser madres: la francesa Aude Biannic y la cubana Arlenis Sierra.

En Lidl-Trek, un conjunto pionero a la hora de mantener el sueldo y la estructura de apoyo a sus ciclistas cuando quedaban embarazadas, figuran Lizzie Deignan, campeona del mundo antes de ser madre y ganadora de la primera París-Roubaix de la historia después; y Ellen van Dijk, quien menos de un año después de alumbrar a su hijo Faas ya participó en los Juegos Olímpicos de París y este mismo fin de semana subió al podio de Amstel Gold Race.

Uno de los primeros escollos que han encontrado las deportistas a la hora de integrar la maternidad en sus carreras es la ausencia de literatura científica en torno al impacto de la misma en el alto rendimiento. Aunque ahora afloran los estudios que hablan de un impacto fisiológico positivo a medio plazo tanto del embarazoincipiente como del parto, el histórico androcentrismo de las ciencias del deporte provoca que éste sea un campo prácticamente por explorar.

“El corpus de las ciencias del deporte aplicados a mujeres está en desarrollo; particularmente, en lo relativo al embarazo”, explica Josu Larrazábal, responsable de rendimiento de Lidl-Trek.

“A la hora de recoger información y estructurar los embarazos de nuestras corredoras desde el punto de vista del rendimiento, apenas encontramos evidencia científica y tuvimos que entrevistarnos con otras deportistas. Gracias a sus experiencias, aprendimos sobre cómo ajustar el entrenamiento a la evolución del embarazo, sobre cómo mantener los trabajos de resistencia y fuerza y sobre las diferencias entre embarazos”.

La propia Deignan resalta esto último. “Me recuperé mucho antes del embarazo de mi primera hija que de mi segundo hijo. En el segundo embarazo gané más peso y me sentía mucho más cansada; monté menos en bici y perdí más condición física. Hay quien dice que el embarazo de un niño pasa más factura que el de una niña; según mi experiencia, ¡es así!”

En el caso de Van Dijk, Larrazábal y los técnicos de Lidl-Trek aplicaron la siguiente estrategia: “Conforme avanzó su embarazo, fuimos reduciendo la intensidad de los entrenamientos e incrementando el trabajo funcional en el gimnasio con el objetivo de mantener una condición de base saludable y lo más alta posible”.

La neerlandesa estuvo pedaleando hasta dos días antes de dar a luz; Deignan lo hizo el día antes; e incluso la mentada Biannic comentó en la prensa francesa que rompió aguas cuando se estaba preparando para montarse en la bici. En los tres casos, la actividad física repercutió positivamente en la calidad del embarazo; de hecho, el deporte prenatal es universalmente recomendado por los profesionales médicos.

“Desde el punto de vista competitivo, el mayor reto es el regreso al entrenamiento después del parto”, continúa Larrazábal. “Físicamente, la retención de líquidos ligada al embarazo impacta en el peso y la deportista necesita gestionar la influencia de este parámetro en su confianza; no querer perderlo todo de golpe, sino ‘limarlo’ poco a poco. Por otra parte, la lactancia condiciona muchísimo la cantidad de horas que pueden consagrarse al rendimiento”.

La propia Deignan lo explica: “No podía estar fuera de casa más de tres horas, porque mi hijo dependía de mí para alimentarse. Fue cuando cesé de darle el pecho que pude dedicarle más tiempo y energía a entrenarme”. Conciliar estas dos facetas es esencial para el bienestar tanto del bebé como de la madre y deportista.

La variabilidad individual en cuánto tarda la ciclista en volver a las carreras después de dar a luz es amplia. Van Dijk sólo tardó cinco meses en retomar la competición; lo hizo en la Vuelta a Extremadura de 2024, ganando la contrarreloj y concluyendo sexta de la general final. Deignan necesitó siete en sus dos embarazos.

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Otros casos van más allá del año. “Hay un período de exuberancia física en las primeras semanas de entrenamiento tras el parto”, describe Larrazábal. “Buena parte del estrés desaparece; el bienestar físico y emocional es espectacular; y la deportista siente una suerte de plenitud.

Todos los entrenamientos se asimilan correctamente y puede llegar el caso de que se alcancen niveles de rendimiento superiores a los previos. Se consiga o no, la experiencia nos dice que después del embarazo se puede volver al 100%”.

Esta última frase es la clave. Se puede, y se consigue. La maternidad no daña a la deportista, e incluso puede hacerla más fuerte: no solo físicamente, también por enriquecerla con la experiencia de concebir vida y la alegría de disfrutar de una familia que, con la necesaria planificación, se puede conciliar perfectamente con la competición.

Un reciente artículo publicado en la revista científica American Behavioral Scientist señalaba el siguiente paso en la integración de la maternidad en el deporte de élite: normalizarla.

Ser deportista no está reñido con ser madre, ni padre; no es un estatus vedado para privilegiadas y privilegiados. Si la red de apoyo alrededor de la persona es fuerte, si las parejas, los equipos y las instituciones están a la altura, cualquiera puede suspender durante un tiempo la competición y regresar por la puerta grande.

Con la colaboración de todos, los ejemplos excepcionales se pueden convertir en norma.


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