Nada como esa frase que todos tememos: “tranqui, después de la curva viene llano”. Diez minutos y 180 ppm más tarde sigues escalando a ritmo de funeral vikingo y te preguntas si tu garmin está estropeado, si tus amigos son unos cómicos frustrados o si, sencillamente, existe una conspiración contra ti.
Bienvenido al mundo del falso llano, esa criatura mitológica que convierte porcentajes ridículos en torturas para nuestras piernas de cicloturista.
En teoría, un falso llano es un tramo de carretera con pendiente suave –digamos entre el 1 % y el 3 %– que parece llano a simple vista.
En la práctica es la prueba definitiva de que las apariencias engañan. No está registrado en los perfiles, ni luce cartel de puerto, pero te vacía los bidones como cualquier ascensión con pedigrí.
El cerebro interpreta la inclinación comparando la carretera con el horizonte y los objetos del entorno. Cuando no hay referencias claras –una recta infinita, un arcén ancho– adjudicamos «cero %» a lo que en realidad sube más que la espuma de un birra mal tirada.
El resultado: seguimos rodando con el mismo desarrollo que en llano… hasta que el ácido láctico llama a la puerta.
Fatiga + falso llano = tragedia griega
Cuando ruedas en bici a un 2 % apenas se percibe, y las pulsaciones están en su sitio. Ahora bien, después de tres horas de ruta, con la glucosa en números rojos, ese mismo 2 % se siente como un muro flamenco. La razón es doble:
Energía disponible: a medida que vaciamos los depósitos, el cuerpo recurre a fibras musculares menos eficientes.
Percepción del esfuerzo: Se dispara cuando la motivación flaquea y el dolor se acumula. Resultado: la pendiente crece en tu cabeza.
¿Existe de verdad o es pura sugestión?
- Potencia: mantener 30 km/h en llano exige unos 200 W para un ciclista medio. Hacer lo mismo en un 2 % sube el coste por encima de 260 W.
- Velocidad: cada 1 % adicional de pendiente resta ~3 km/h a igualdad de vatios.
- Tiempo: en un tramo de 5 km, un 2 % añade casi dos minutos respecto a un llano perfecto.
Los números no mienten: el falso llano pega.
Que tu ojo no lo vea no lo convierte en leyenda urbana
¿Cómo sobrevivir en un falso llano?
- Baja un piñón antes de que duela. No es cobardía, es aerodinámica inversa.
- Cadencia alta = corazón contento. Mantén 85‑95 rpm para no atrancar las piernas.
- Mira el potenciómetro, no la velocidad. El GPS te deprimirá; los vatios te dirán la verdad.
- Aligera la bici… o el bote de chuches en el maillot. Todo suma (o resta).
- Psicología barata: imagina que el asfalto baja y todos los que te rodean pedalean al revés. Funciona sorprendentemente bien hasta que alguien te oye reír solo.
El falso llano es tan real como las agujetas del día siguiente, pero vive disfrazado de suelo neutral hasta que la gravedad revela el truco.
Así que la próxima vez que alguien te garantice «es casi llano», pon cara de escepticismo, cambia al 28 T y prepárate para otro episodio de la serie La pendiente invisible ataca de nuevo. Porque, aunque no tenga nombre de puerto, el falso llano siempre cobra peaje…