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“Al dejar el ciclismo, monté con mi hermano un hotel en el que se me iba la vida”

Pedro Díaz Zabala, junto a su hermano Herminio, fue uno de los gregarios perfectos de la ONCE. Uno de esos ciclistas que nunca fallaban. Hoy tiene 62 años y trabaja para una empresa. 

 

Pedro era el hermano mayor de Herminio. La saga de los Díaz Zabala en aquella maquinaria tan bien engrasada que era la ONCE de Manolo Saiz. Pero también fueron los herederos de sus tíos, Valeriano y Agustín, que fueron los primeros ciclistas de la familia. Hoy, Pedro tiene 62 años, vive en Hinojedo, al lado de Torrelavega, y trabaja en mantenimiento para la empresa Solvay. “Ahora duermo todos los días en casa”, dice.

En aquella época adorábamos a la ONCE. 
Al principio, Manolo Saiz cogió profesionales muy hechos. Estaba Peio Ruiz Cabestany, Pedro Muñoz, Celestino Prieto, Johnny Weltz, que había ganado una etapa del Tour el año anterior…, gente con mucho recorrido, y eso lo facilitó todo, él sólo tuvo que trasladarnos su manera de trabajar.

¿Y cómo trabajaba Manolo Saiz?
Fue el innovador. Hasta entonces, los directores eran de la vieja escuela. Pero Manolo vino con ideas nuevas, con la carrera de INEF. De hecho, él no quería ser director, sino entrenador. Pero empezó a mandar entrenamientos y se dio cuenta de que no necesitaba otro director que no fuese él.

Siempre fue un tipo inteligente. 
Sí, un hombre con carrera. Sus ideas le hicieron ser especial. Pero también tenía ese sentido común que necesitaba el corredor. Yo recuerdo un día de mucho calor en el Giro bajar al coche a buscar bidones. Cogí diez bidones de medio litro y cuando empiezo a llegar al pelotón cogemos un cruce a la izquierda con un repecho impresionante que no podía subir así. Manolo me gritó: ‘tíralos y después vuelves a por ellos’.

¿Y los tiró?
Sí, sí, claro, volví y los llevé a su sitio. Recuerdo que en ese Giro nuestro líder era Marino Lejarreta y yo estaba con él hasta donde podía. Era como su sombra. A él siempre le gustaba ponerse a cola de pelotón. Decía que allí iba más tranquilo, sin presión. Cuando venía el puerto le pasaba yo para arriba. Él se quedaba allí y yo volvía para atrás.

Los Díaz Zabala eran parte de la ONCE.
Fuimos el inicio de la ONCE, efectivamente. Pero era lo que le decía al principio. Cuando empezó el equipo, yo ya llevaba cuatro años de profesional y mi hermano tres. Sabíamos de que iba la cosa.

¿Y de qué iba?
Sabíamos para lo que nos pagaban, para lo que teníamos que estar. En mi caso, cuando llegué a profesionales, perdí velocidad. No sé si por entrenos tan largos me hice más de resistencia. Pero hasta amateur ganaba. De hecho, el último año había ganado diez carreras. Pero cuando das el salto debes encontrar tu sitio.

¿Y lo encontró?
No me quejo. Hice lo mejor que pude. Me mantuve nueve años de profesional, y no es fácil. Manolo Saiz me dio esa estabilidad, esa seguridad. Me dio trabajo. A su lado estuve cinco años. Nunca creía que fuese a ser tanto. Yo venía de estar dos años en Teka y otros dos en Reynolds.

¿Tenía miedo entonces?
No, todo lo contrario. Yo tenía mucha hambre. De hecho, el primer año de profesional corrí la Vuelta. En la etapa de los Lagos ataqué a ver si alguien se venía conmigo. Pero eso después lo fui perdiendo. Me di cuenta de que era muy difícil ganar. Me acomodé a ser un gregario. Ahí descubrí mi sitio en el pelotón.

Fue una vida cómoda.
No, cómoda no, para nada. A nadie le gusta sufrir. Pero el ciclista es un ser masoquista que se acostumbra. Pero de ahí a que fuese cómoda no. De ciclista debes entrenar mucho y debes estar mucho tiempo fuera de casa. Eres joven y no te importa. Eres aventurero y te gusta ver mundo. Pero se sufre mucho.

A los 31 años se retiró. ¿Cómo ha sido su vida después?
Nada más terminar de correr, monté un hotel con mi hermano. Estuve diez años hasta que llegó un punto en el que no estaba a gusto: el hotel se me caía encima. Me estaba dejando la vida. Decidí buscar otra cosa. Me tuve que reinventar, aprender otro oficio.

¿Qué oficio?
De mantenimiento, de soldadura, de calderería.

¿Y eso no es más duro que el ciclismo?
No, porque estás todos los días en casa. Trabajas ocho horas diarias. Trabajas para una empresa. Sí es verdad que hay días buenos y malos y también es verdad que es un trabajo físico. Pero eso nunca me ha  asustado. Tengo 62 años y me mantengo bien.

Ya queda poco la jubilación
Estoy intentando. Los ciclistas de mi época tenemos un hándicap. Hasta 1992 no empezamos a cotizar en la Seguridad Social. A día de hoy, tengo cotizados 31 años y siete meses. Es muy poco para poderse jubilar. Si hubiesen cotizados mis siete primeros años de ciclista ya podría estar jubilado. Pero no cuentan para la Seguridad Social.

Vaya faena.
Sí, porque además hacíamos la Declaración como cualquier persona. Nuestro sueldo era mejor que el de cualquier trabajador normal. Hacienda nos pegaba un buen repaso. Pero fíjese lo que cambian las épocas. Ahora todos los profesionales del ciclismo cotizan. Yo empecé a cotizar con 30 años. Del 85 al 92, nada.

Por suerte se encuentra bien.  
Hago ejercicio. Sobre todo bicicleta. Procuro no engordar demasiado, tener nivel físico. Es verdad que no hago más de dos horas en bicicleta, pero por deformación profesional no sé ir despacio. Tengo que ir siempre apretando. No sé salir a dar un paseo: ya no es como antes, pero voy deprisa.

La próxima entrevista cuando se jubile.
Ojalá sea pronto. Pero no sé. Según la Ley hasta diciembre de 2024 hay una disposición transitoria que prolongan año a año y que en abril de 2025 me permitiría jubilarme con 33 años cotizados en la industria manufacturera y un contrato relevo. Esperemos que no cambie. Pero ya se verá. Todo es tiempo al tiempo. Sobre todo, tener suerte, que es importante en la vida.

 


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