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“El volante me daba la felicidad, pero el hotel me da la estabilidad”

Hace mucho tiempo que Herminio Díaz Zabala se marchó del ciclismo, pero todavía, en cuanto escuchamos su nombre, nos ponemos de pie. 

 

El 12 de diciembre cumplirá 60 años. Pero, como su hermano Pedro, conserva una planta magnífica que nos traslada al ciclista que fue. Un hombre que no fallaba nunca. Uno de los imprescindibles de la ONCE de Manolo Saiz, donde todo se podía medir. Hasta las pulsaciones del corazón.  “Hasta que llegó él nunca habíamos entrenado con pulsometro”, recuerda Herminio Díaz Zabala desde Santillana del Mar, donde está su hotel.

Fue uno de los revolucionarios de la ONCE.
Sí, cambiamos la mentalidad de los equipos españoles. Sobre todo en las contrarrelojs por equipos. Entonces la mentalidad era que ibas a pasar un mal día. Pero nosotros demostramos que se podían ganar.

Para que los demás ganasen, tenía que existir Herminio Díaz Zabala.
Hice lo que pude. Cada uno debe encontrar su sitio y lo encontré. Fueron 13 años de profesional en los que, sí,  la mayoría de las veces estaba pendiente de los demás. Y es verdad que todo el mundo tiene sus objetivos personales. Pero yo siempre me sentí valorado y me gané la vida con esto. A todos nos hubiese gustado ganar un Tour. Pero eso son excepciones.

Fue un ciclista de la clase media.
Sí,  y me queda la satisfacción de haber vivido de este deporte. Cuando me retiré ya tenía 34 años. A esa edad, uno ya parecía muy mayor para el ciclismo. Debía tomar una decisión. Había montado un hotel en Santillana del Mar. Mi tío, que trabajaba en el Ayuntamiento y que es un hombre con mucha visión, encendió la mecha. Nos dijo a mi hermano y a mí que podía ser una buena salida.

¿Y lo ha sido? 
Ahora mismo estoy aquí. No es mi mundo el de la hostelería. Pero me da estabilidad y, como ya no volvió la posibilidad de estar en el ciclismo, debo estar aquí. Es mi realidad.

¿Qué hace?
Hago de todo en el día a día. Estoy en todos los sitios y en ninguno. Pero, sobre todo, procuro estorbar lo menos posible porque tenemos al mejor equipo que se puede tener.

¿Quién toma las decisiones? 
Nunca he tenido ningún problema. De momento, el negocio va. Nos deja para vivir y para salir algún día por ahí a tomar un vino con los amigos. Mi aspiración, sobre todo, es una vida tranquila.

¿Fue tranquila su vida de ciclista? 
Fue la mejor época de mi vida. Era lo que más me gustaba en el mundo. Si volviese atrás haría lo mismo y encima con mi hermano Pedro al lado. No podía tener mejor compañero. Era una tortura entrenar con él, pero a la vez era un estímulo. En 20 años, a lo máximo, le escuché cinco veces decir, “hoy estoy mal”. Siempre estaba bien, deseando salir a entrenar.

Y, lo que decíamos al principio, compartieron equipo en la ONCE de Manolo Saiz. 
Para mí,  ese equipo cambió la forma de hacer las cosas.  Hacía falta evolucionar y la ONCE demostró cómo hacerlo. Hasta entonces entrenabas por sensaciones. Pero Manolo Saiz venía de la universidad y aplicó todo eso al ciclismo: yo no conocía ningún equipo que entrenase con pulsometro y él nos puso el pulsometro. Hasta entonces, si estabas cansado retrasabas el entreno para el día siguiente. Pero con él eso se acabó.

¿Y eso les hizo mejores? 
Bueno, yo recuerdo que fui el primer ciclista en llevar pinganillo. Era como la cadena de transmisión entre los compañeros y el coche. Recuerdo un día en el Tour en el que había mucha tensión. Los compañeros decían una cosa y Manolo Saiz decía otra. Me volvieron loco y entonces mandé el pinganillo a tomar por saco.

Tenía carácter.  
Nunca he tenido problemas a la hora de tomar decisiones. Si se puede ayudar se ayuda. Pero si no estás en disposición de hacerlo debes asumirlo. Al final, todos tenemos nuestro genio y la gente, que está a nuestro alrededor, debe entenderlo.

Fue la ONCE de Jalabert y de Zulle. 
Bueno, pero también estaba Lejarreta, Mauri, que ganó una Vuelta… Hasta  podría hablar de Eric Breukink, de Eduardo Chozas, de Johan Bruynel…, Pasó mucha gente, sí.  Pero uno de los mayores valores siempre fue el grupo. Al final, las figuras pueden venir de cualquier sitio. Pero la fidelidad que te daba gente como mi hermano Pedro, como Leanizbarrutia, como Neil Stephens, como Díaz de Otazu, como Aldanondo o como yo mismo…, eso no es tan fácil de encontrar.

¿Quién fue el lider que necesitó más apoyo? 
La gente siempre hablaba de Álex Zulle pero no se crea. Decían que tenía la limitación de las gafas cuando llovía porque perdió una Vuelta bajando la Cobertoria. Pero es que en aquella bajada cayeron 20 ciclistas. La carretera era una pista de patinaje. Zulle no era tan torpe cuando llovía como le ponían. Pero tuvo momentos puntuales de mala suerte y se le puso ese sanbenito.

En cualquier caso, el ciclismo es maravilloso.
Yo sigo echando de menos la carretera porque fue mi pasión.  No he desconectado nunca. No me he aislado. Sigo buscando información y en cuanto hay una retransmisión por televisión…. Pero desde 2006, desde la Vuelta que ganó Vinoukurov, ya no volví. Me relajé y los años pasaron.

¿Y no vive mejor? 
No vivo mal. Ahora estoy mucho tiempo en casa. No tengo problemas económicos. Tengo donde echar el tiempo y sacar un sueldo. Pero el volante, como en su día el manillar, me hacía feliz. La tranquilidad te la da la felicidad de hacer lo que te gusta. Es difícil arrancar a alguien de su verdadera vocación y ha sido frustrante cuando no puedes llevarla a cabo, pero… Por suerte, el pasado siempre está ahí.


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