Fue un mito. Es un mito Fabio Parra (Boyacá, Colombia, 1959), que el 22 de noviembre cumplirá 65 años y ya piensa en la jubilación, en el merecido reposo del guerrero.
Vive en Bogotá, donde, como él dice, “se vive bien. Cada vez hay más infraestructura. Ahora están construyendo el Metro. Pero se vive bien”, insiste Fabio Parra, que hoy apoya la nostalgia. “Me gusta, sobre todo, ver las fotografías porque ya no se hacen fotos como las de antes”. Y él fue un ciclista único en los 80 que, junto a Lucho Herrera, abrió el camino para sus compatriotas. “Estábamos los dos solos”.
¿A qué se dedica ahora?
Trabajo con el instituto de deporte de Bogotá. Asesoro para encontrar talentos y, por lo demás, aquí estoy, a las puertas de la jubilación esperando la pensión. Me queda a lo sumo un año y ya empiezo a ver el final.
Cómo pasa el tiempo
Cuando uno se da cuenta ya está maduro, sí. Uno lo ve en su entorno. Mis tres hijos ya tienen su formación, ya son profesionales. Uno es abogado, otra médico y la tercera estudió gastronomía. La medico, incluso, vive en Canadá…
Allí su hija presumirá de padre.
No tiene por qué. Pero he de reconocer que me fue bien. Vivo agradecido al deporte y a la vida. Es verdad que tuve de todo: triunfos, derrotas, caídas, accidentes… Pero en el resumen siempre he pensado que hubo más bueno que malo.
Fue usted una roca.
Fui un ciclista responsable. Tenía el empeño de responder a mi patrocinador y a un país que estaba muy pendiente de nosotros. La gente esperaba que estuviésemos en los primeros lugares y lo conseguí y no fue fácil.
Nada es fácil.
Recuerdo que cuando llegué a Europa me parecía que las carreras iban muy rápido. Pero en el año 85 con Café de Colombia las cosas cambiaron. Comencé a ganar etapas, a disputar los primeros lugares… Hice quinto en la Vuelta y gané el maillot del mejor joven. Fui al Tour, gané una etapa y fui séptimo en la general. Vi entonces que tenía la condición física.
Hasta entonces el gran ciclista colombiano era Lucho Herrera.
Era muy explosivo en la montaña y causaba sensación, sí. Yo era diferente. Yo me defendía en todos los terrenos. Hasta en los días de abanicos de viento. Pero Lucho era distinto a mí.
¿Y entre ustedes cómo se llevaban?
Bien. Nos llevábamos bien. Fue una relación estable. Recuerdo los tres años en Café de Colombia. Nos dábamos moral. Si uno lo pasaba mal el otro le daba apoyo, porque estábamos casi solos. Entonces no había ciclistas colombianos en Europa y los dos resistíamos juntos. Teníamos la sensación de que estábamos abriendo camino, conociendo algo que desconocíamos como el Tour de Francia, donde cada día volvía a empezar.
Le faltó a usted ganar una gran Vuelta.
Sí, así es. Fui tercero en la Tour, segundo en la Vuelta… Recuerdo que en la Dauphine había cogido el liderato y tuve una caída. Y fue algo que me quedó. Una gran Vuelta, sí. Como decimos en Colombia, faltó un centavo para completar el peso. Pero yo hice lo que pude cuando tuve la ocasión. Luego, una vez que pasó mi momento, ya quedé a lo máximo entre los cinco primeros y ya no podía ser.
En 89 lo tuvo en la Vuelta si Ugrumov no ayuda a Perico Delgado en Navacerrada.
De eso también me acuerdo. Sí, claro. Pero son circunstancias que no vale la pena recordar porque no van a cambiar
Fue usted un grande.
Yo lo que veo es que la gente se acuerda mucho de nosotros a través de Internet. Hay admiración en el recuerdo y a mí me gusta recordar y sobre todo ver las fotografías, porque, ahora todo el día con el celular, ya no se hacen fotos como las de antes. Hay fotos que uno aprecia mucho. Fueron momentos muy impactantes en mi vida.
Fue el líder del Kelme.
En mi mejor año, sí. El 88, donde fui podio en el Tour detrás de Perico y Steven Rooks. Y no fue nada fácil. Le puedo contar que en la novena etapa tuve una caída en la que casi me abro la cabeza, porque no llevaba casco. Estuve a punto de ir a casa. Fue una noche terrible. Rafa Carrasco, que era el director, entró a mi habitación por la noche y me autorizó para retirarme. Me dijo que decidiese.
Pero usted era duro como una piedra.
Tenía mentalidad. Venía de mi familia. Mi padres eran muy fuertes. De hecho, mi padre fue ciclista también. Llegó a correr la Vuelta a Colombia. No fue a Europa porque era muy difícil en esa época. Pero gracias a él yo fui ciclista.
¿Por qué?
Tuve su respaldo. Mi padre tenía un almacén de bicicletas. Él entendía la bicicleta que yo necesitaba. Sabía que el ciclismo era importante. Sólo me pidió que terminase mis estudios de Administración y lo hice.
Tuvo un hermano ciclista, Iván.
Era muy bueno. De hecho, en el Giro de Italia ganó dos etapas seguidas. Eso pocos lo han hecho en la vida y le iba bien. Estuvo con Vitalicio, donde empezó a trabajar como gregario. Se acomodó. Podía haber conseguido más.
No es fácil ser jefe de filas.
Yo quise serlo y lo fui y me fue bien. Siempre que he tenido la oportunidad he intentado ser un buen en el ciclismo y en la vida, porque todas las actividades difíciles y hay que saber portarse bien con la gente.
¿Y en qué se parece el ciclismo a la vida?
En el inconformismo. Somos inconformistas. A veces, cuando uno estaba montando en bicicleta, prefería estar trabajando y cuando empecé a trabajar añoraba los tiempos de ciclista. Por eso siempre digo que la principal dificultad es hacer bien tu trabajo.
A muchos nos hicieron llorar de Alegria!!! GRANDES!!!
Otros tiempos, otros hombres con otra mentalidad…
Yo corria todas las mañanas por la circunvalacion (practicaba boxeo)…
Y me parecia verlo en coche destino a la Universidad…(creo…)
UN FRATERNAL ABRAZO Y SALUDOS!!!
Arriba en monserrate, los ciclistas me dijeron que no bajara corriendo…
Que era contraproducente….(les hice caso…) ahora con 70 años estoy entrenando para hacer mi ultima participacion en una maraton…en memoria de mis seres queridos y de la PAZ EN COLOMBIA…
MAS ABRAZOS!!!